Webcamers, el morbo desde una habitación

Nuestro cuarto, nuestra habitación, siempre funciona como refugio. Un lugar en el que podemos sentirnos seguros, en el que encontramos nuestro espacio y aprendemos a estar solos. El nivel de vida actual permite que en la mayoría de casos, cada hijo tenga un cuarto para él solo, desde que es bastante pequeño. Esto también ayuda a crearse su propia dimensión dentro de la familia, a aprender a ser individual más allá de sus padres o sus hermanos. En otros tiempos, cuando lo habitual era tener muchos críos, el mismo cuarto servía para que durmieran todos en él. Se creaba así, igualmente, un sentimiento de comunión entre hermanos que también podía ser bastante positivo. Sin embargo, llegaba un momento en el que la habitación propia, el cuarto de uno, se convertía en algo indispensable, por pura supervivencia.

La habitación antes servía para descansar, estudiar o también tener nuestro espacio donde escuchar música, jugar a videojuegos… Pero hace un par de décadas todo cambió con la llegada de Internet y su expansión por todo el mundo. Ahora teníamos una ventana abierta a un nuevo universo digital, lleno de nuevas posibilidades. Esto ha provocado, irónicamente, que ahora nos encerremos en las habitaciones no para alejarnos del mundo, sino para acceder a él de otra forma. Quedamos con amigos a través de Skype y jugamos en cooperativo con ellos, en lugar de salir a tomar algo. Vemos series y películas en las plataformas de streaming en lugar de acudir al cine. En muchos casos, incluso trabajamos desde ese rincón de nuestra casa, en nuestra propia habitación. Unir trabajo y descanso no suele ser muy aconsejable, según los expertos, ya que no lograremos disociar lo uno de lo otro. Sin embargo, el auge de los trabajos en remoto está provocando que muchas personas trabajen desde sus habitaciones, o si tienen la posibilidad, monten un cuarto tipo despacho para llevar a cabo su trabajo desde allí. Diseñadores, artistas gráficos, informáticos… Son muchos los trabajos que se pueden hacer hoy desde casa. Pero nosotros vamos a hablar de uno de los más particulares, y que sigue en auge a pesar del paso del tiempo: las webcammers eróticas.

Una fórmula ya consolidada

El mundo del porno ha vivido una era dorada gracias a Internet, convirtiéndose en una de las industrias que más facturan en el mundo por su expansión a través de la red de redes. Lo que antes llegaba solo a un grupo reducido de usuarios, a través de revistas, DVDs o alquiler de vídeo, ahora está al alcance de cualquiera en su teléfono u ordenador. El porno ahora es un fenómeno de masas, y eso ha provocado que, al crecer la demanda, la oferta también se haga más fuerte. Las plataformas online suelen ser los servicios más utilizados, con vídeos y escenas ya pregrabados. Sin embargo, el sector de las webcam sexuales ha sobrevivido a todo este cambio, desde los inicios a mediados de los 90. Aupadas por la mejoría en las conexiones y en la tecnología de las cámaras, las chicas que se desnudan para usuarios de Internet en directo siguen generando enormes ingresos, aunque el trabajo es más duro de lo que parece.

Solo hace falta una cámara y conexión a Internet

Son muchas horas, y hay que estar muy convencida para llevar a cabo un trabajo en el que expones por completo toda tu intimidad, más allá de la moralidad que tengas. Y es que en realidad, ser webcammer es técnicamente sencillo, ya que no necesitas demasiado para sacar adelante tu negocio. Una webcam, a ser posible de calidad, y una conexión a Internet que no se suela cortar. Esto es algo muy asequible a día de hoy, y cualquier chica puede comenzar a emitir sus shows eróticos, desde su propia habitación, con un presupuesto de apenas 200 euros. Una cantidad irrisoria en comparación con todo lo que puede llegar a generar, si el trabajo se le da bien y consigue llegar a un público masivo. La competencia es mucha, pero la demanda también es muy alta.

Uno de los beneficios de trabajar en casa y por tu cuenta es poder emitir cuando quieras y cómo quieras. Normalmente, las chicas que hacen shows eróticos suelen mantener unos horarios fijos para “fidelizar” a su audiencia. Hacer saber a sus seguidores que van a estar emitiendo a tal hora, tales días a la semana, proporciona cierto colchón de seguridad para que ellos sepan dónde encontrarlas. El trabajo suele llevar varias horas, dependiendo también de la chica y de lo que quiera conseguir, pero desde luego no llega a una jornada laboral completa. Por lo general, los shows suelen hacerse una o dos veces al día, con una duración de un par de horas como mucho. El resto del tiempo, la chica puede estar haciendo cualquier otra cosa, con una libertad total más allá del trabajo.

Chicas morbosas mostrando sus cuerpos… y mucho más

Ser webcammer es un oficio bastante reciente, aunque al fin y al cabo se basa en algo que se lleva dando desde hace mucho tiempo. Siempre ha habido mujeres que han mostrado su cuerpo a cambio de dinero, desde strippers a prostitutas. La diferencia más notable es que estas chicas lo hacen desde la comodidad de su hogar y controlando en todo momento lo que muestran y cómo lo muestran. Dada la gran competitividad que existe a día de hoy en el sector, lo habitual es que las chicas vayan siempre más allá. Antes podías ganar dinero simplemente por desnudarte, e incluso sin enseñar nada explícito. Hoy en día, con el espectador más hecho a todo el porno de Internet, esto es más complicado.

Hay chicas que trabajan por su cuenta, utilizando diversos juguetes eróticos para animar un poco los shows. No solo se desnudan sino que también se masturban, en muchos casos hasta el orgasmo. En otras muchas ocasiones, las chicas trabajan con sus parejas, sean hombres o mujeres, para realizar shows totalmente explícitos y completos ante las cámaras. Mantener la atención de los usuarios durante todo ese tiempo no es fácil, especialmente cuando ellos vienen buscando siempre lo más morboso, lo más intenso. La webcammer debe aprender a jugar con los tiempos, a generar ese deseo en el espectador, que decida quedarse para ver cómo poco a poco todas sus fantasías se hacen realidad.

La interacción con el espectador es imprescindible

La diferencia entre ver un show en un vídeo grabado y subido a Internet y disfrutar de uno en directo es la posibilidad de interactuar con la chica desde nuestra propia casa. Este ha sido siempre el punto de inflexión entre el porno y los shows de sexo en vivo. Las webcammers se ponen a disposición de sus seguidores, y son ellos los que deciden qué tipo de show va a realizar. Eligen la postura en la que va a masturbarse, el juguete sexual que van a utilizar… De hecho, los adelantos tecnológicos ya permiten que el propio usuario controle el vibrador que está utilizando la chica, esté donde esté. Este privilegio, por supuesto, debe pagarse a parte, por lo que las webcammers acaban generando muchos más ingresos, gracias a ceder el control de su placer a sus espectadores. Y todo ello sin salir de casa. ¿Estamos ya ante el verdadero sexo 2.0?

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